miércoles, 19 de marzo de 2014

Ireneo Paz

La letra desobediente
Braulio Peralta
17/03/2014

Octavio Paz vivió sus años de infancia al lado del abuelo, Ireneo Paz Flores (1836-1924): abogado, novelista, poeta y porfirista. Dueño del diario La Patria Ilustrada, enemigo del periodista Santiago Sierra —hermano de don Justo Sierra—, a quien con un balazo acabó con su vida, en un duelo a muerte en los campos de Tlalnepantla.
En el periódico del abuelo, se lee:
“Tuvo esta mañana su primer alumbramiento la esposa del licenciado Octavio Paz, hijo de nuestro director dando luz a un robusto infante. Mucho le celebramos, y que sea para bien de la familia
y de la patria, que contarán con un nuevo defensor de la autonomía”.
Era 31 de marzo de 1914: celebramos el centenario de aquel alumbramiento. Si su abuelo fue porfirista, su padre se convirtió al zapatismo, mientras su madre, Josefina Lozano, andaluza, cuidaba a su primogénito en el Barrio de Mixcoac. El poeta recuerda en entrevista con Napoleón Rodríguez:
“Conocí a mi abuelo y el recuerdo que tengo de él es el de un hombre muy bondadoso, tierno y de gran afición por las armas de fuego y la práctica de florete. Pero más que afición por las armas, tenía afición por los libros. Tengo su imagen bien grabada: un hombre delgado, de estatura media, rostro mestizo, bromista, irónico, alerta a todo, crítico, estricto pero cariñoso.”
Ireneo Paz fue el primero en publicar en su diario, en 1889, las calaveras catrinas de José Guadalupe Posada —de quien acabamos de recordar su centenario—.
Para cuando Paz nació, la casa del abuelo se desmoronaba. Del frontón, dos kioskos, amplios jardines, alberca, mesa de billar y una capilla —escribe Rogelio Vizcaíno—, “el año que nació Octavio la casa ya estaba estropeada: el antiguo régimen se había derrumbado y la familia empobrecido”.
No es gratuito leer en el libro del abuelo, Algunas campañas, donde escribe de Díaz:
“Le quise mucho y admiré sus buenas cualidades, pero no estuve ciego para ver que sobre el inestable beneficio de la paz idiota que pudo proporcionarnos, acabó con el prestigio de las instituciones democráticas, dándonos una República de puro nombre. Así lo comprendieron todos los liberales, pero ninguno se atrevió a decírselo…”.
El poeta de quien festejamos su centenario de nacimiento escribió en un poema:
Mi abuelo, al tomar café,
Me hablaba de Juárez y de Porfirio,
Los zuavos y los platea-dos,
Y el mantel olía a pólvora…
Ese fue el abuelo de Paz.
http://twitter.com/Braulio_Peralta

Paz, Paz y Paz

La letra desobediente
Braulio Peralta
10/03/2014



No será suficiente el año para confrontar o pelear por las ideas de Octavio Paz: uno de los poetas del siglo XX en castellano despierta vivo, casi arrancando la centuria.

Letras Libres adelanta varios libros nuevos sobre Paz en su último número:
Guillermo Sheridan escribe un largo ensayo “sobre las cartas de Octavio Paz a Elena Garro, de próxima publicación”. Cartas de amor, de juventud, de un noviazgo que los llevó al matrimonio y a tener una hija, en 1939, Laura Helena Paz Garro: “Ella fue, quizá, la herida que Paz nunca cerró”, escribe en la misma revista Christopher Domínguez Michael, que igual anuncia su próxima y última biografía sobre el poeta.
No es que importe la vida privada de Octavio Paz. Pero las cartas son testimonio vivo del amor, tema al que dedicó grandes poemas, entre ellos, a Elena Garro, autora de obras de teatro escritas en los años 50, cuando aún eran pareja. Héctor Mendoza dirigió en 1956 la pieza de Garro, Un hogar sólido, dentro del movimiento teatral de Poesía en Voz Alta, que Paz impulsó. Elena Poniatowska dijo: “Una obra llena de poesía e imaginación… Así fue el deslumbramiento que causó”. El mismo año que Octavio Paz estrena su única pieza teatral, La Hija de Rappaccini, con el propio Mendoza.
Igual publicarán en el FCE El calor de la amistad. Correspondencia 1950-1984, las cartas entre el poeta y José Luis Martínez. (Ojalá un día anuncien las misivas que intercambió con Carlos Fuentes —resguardadas en Estados Unidos—, testimonio para conocer dos puntos de vista sobre el mismo tema: México, los intelectuales, la izquierda y la literatura escrita en español y otros idiomas. Cartas reveladoras de una amistad truncada).
Como igual se agradece un malentendido en torno a Juan Rulfo: una carta de Paz a Jaime García Terrés —que presenta Malva Flores— hace ver la admiración por el autor de Pedro Páramo: lo propuso —junto a Borges y Carpentier—, para el fallo del Prix International des Éditeurs, en 1961, que finalmente ganaron Beckett y Borges. Eso, para anular la idea de que Paz era mezquino con la obra de Rulfo. Es sano aclarar cuando dos autores son grandes.
O como bien escribe Tedi López Mills: “Lo ideal sería leer o releer a Paz en el punto exacto donde la poesía es una tentativa de riesgo, mucho más por sus certidumbres que por sus incertidumbres”.
¡Qué corto se me hizo el número de Letras Libres!

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