viernes, 14 de enero de 2011

No más sangre


El Zancudo (No mata, pero hace roncha)

Arturo Soto Munguía.

14 Enero 2011

Excelente noticia esa de que un grupo de periodistas sonorenses replicarán en los medios a su alcance -que son muchos-, la campaña en contra de la violencia que asuela el país entero, denominada “No más sangre”.

La idea surge del decano de la caricatura en México, Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, y Julio Sherer García, fundador de Proceso, ambos reconocidísimos periodistas comprometidos con las mejores causas. A ellos se han sumado una cauda de personalidades del mundo de la cultura y las artes como Elena Poniatowska, Elmer Mendoza, Fernando del Paso, Raquel Tibol, Lourdes Arizpe y otros tantos.

Todos ellos, junto a una cantidad difícilmente precisable han adoptado la imagen de esta campaña y la utilizan en los perfiles de sus cuentas en redes sociales, páginas web, medios escritos y en cualquier otro medio a su alcance.

En Hermosillo, el grupo de periodistas que desde hace unos meses viene empujando a favor de la organización del gremio, se reunió el miércoles pasado tomando el acuerdo de hacer suya esta campaña y contribuir desde sus trincheras a promover una forma de protesta civil; la inconformidad materializada en un reclamo por la paz y la justicia; contra la impunidad y la violencia que nos ha ido cercando como sociedad, acorralando y encerrando en las rejas de nuestras propias casas.

A esa reunión asistieron los colegas Alejandro Islas Galarza, César Fraijo, Irisdea Aguayo y Sylvia Teresa Manríquez, quienes son los impulsores de generar en Sonora una réplica a esa campaña que surgió en el centro del país y que en unos cuantos días se ha extendido por todo el territorio nacional.

Loable, el esfuerzo, en estos momentos en que la sociedad aparece desmovilizada y diríase que hasta temerosa de participar en cualquier tipo de protesta o denuncia pública. Y no es para menos, considerando los casos en que la violencia ha alcanzado a quien se atreve a tomar la calle y levantar la voz para pedir un alto al fuego en esta loca guerra en la que ya se contabilizan con pasmosa frescura más de 30 mil muertos.


Justamente ayer por la mañana el comentario entre algunos colegas era precisamente eso.

Frente al Congreso del Estado se manifestó un grupo de personas integrado por activistas sociales, estudiantes, ciudadanos diversos para exigir a los diputados locales que no autoricen un incremento a las tarifas del transporte urbano, cuyos concesionarios están presionando para subir de 5 a 8.50 pesos, es decir, un incremento del 70 por ciento.

Lo anterior, en un contexto donde el salario mínimo tuvo un incremento del 4.1 por ciento, mientras la canasta básica ha subido un 69.9 por ciento; el agua potable un 15.5 por ciento; las placas de automóviles un 40 por ciento y en general las tarifas, servicios y productos han tenido aumentos muy superiores al mísero 4 por ciento que sufrió el salario.

La demanda de los manifestantes, justa por cualquier lado que se le vea, sin embargo, no convocó a más de una treintena de personas, la mayoría estudiantes. La sociedad hermosillense está dormida, apática, despreocupada, tiene mucho dinero como para mortificarse por nimiedades o se encuentra demasiado ocupada en su sobrevivencia diaria para darse tiempo de participar en una movilización que la haga pasar lista de presente, para echar atrás otro intento por saquearle los bolsillos.

“¿Con qué carajos vamos a pagar?”, es la pregunta que los manifestantes se hacían en el volante que repartieron y en el que hacen el comparativo precios-salarios y en el que además exponen cómo es que el presidente, los gobernadores, legisladores, ministros, senadores, secretarios de estado y demás, el que menos gana percibe más de 150 mil pesos mensuales.

Un verdadero atraco por donde quiera que se le vea, y la ciudadanía sigue aletargada y en el peor de los casos, mira con cierto desdén a quienes protestan por el actual estado de cosas, los critican y descalifican aduciendo ‘oscuros intereses políticos o partidistas’ detrás de sus manifestaciones.

Los ciudadanos aparecen así, como los principales enemigos de sí mismos, mientras en las cúpulas gubernamentales, patronales y sindicales se ponen de acuerdo para seguir hinchándose de dinero, montados en un discurso de ‘participación ciudadana y democratización de las políticas públicas’, que en la práctica resulta puro verbo ornamental.

Lo mismo sucedió cuando se dio a conocer la campaña ‘No más sangre’: de inmediato salieron -incluso entre los propios periodistas-, detractores de esa iniciativa, a la que vieron ‘intereses políticos’ y un malsano afán de culpar al gobierno por la escalada de violencia y las decenas de miles de asesinatos que se han registrado en lo que va del actual sexenio.

Y eso que sólo se trata de un llamado a manifestarse a través de las redes sociales y los medios de comunicación; difundir la imagen institucional de la campaña, que es un letragrama compuesto por un NO, un signo de + y un par de gotas de sangre.

Es un llamado, como dijo el autor de la iniciativa, Rius, “a que la gente manifieste su descontento e inconformidad con este estado de cosas terrible que estamos viviendo en el país y hagan suya la campaña y presenten sus pintas y cartulinas con las dos leyendas que estamos poniendo a su disposición. Creo que es una manera en que la gente se va a sentir mejor, es una forma a su alcance para luchar por lo que no pueden hacer de otra forma”.

Es decir, no se está llamando a tomar la calle, a mentarle la madre al presidente, a mandar al diablo las instituciones ni cosa que se le parezca. Es sólo una manera de probar que la sociedad puede manifestarse pacíficamente, hacerse presente en un país que parece poblado por fantasmas temerosos y huidizos, agachones y dejados; impasibles que ven caer a sus familiares y amigos en el fuego cruzado de una guerra totalmente fuera de control, y no son capaces de levantar la voz para decir ya basta.

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