viernes, 19 de febrero de 2010

UN DIA DIFERENTE

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Por Sylvia Teresa Manriquez
sylvia283@hotmail.com

Algunas personas mientras se bañan cantan, bailan, hay quienes, no sé porqué, hablan y hablan como si uno estuviera a un lado escuchando, y otras más meditan, a veces en lo que soñaron, en lo sucedido el día anterior, los pendientes para hoy, entre muchos asuntos. Es inevitable que este día yo recuerde los contratiempos vividos con uno de los exámenes Papanicolaous anteriores. Ya va para dos años que al leer los resultados encontré una palabra nueva: displasia. Entonces me asusté pues temía que al no haberla encontrado antes en mis análisis significara que padecía algo malo, como el cáncer. Un llamado me saca de estos recuerdos, mi hijo también quiere usar el baño.

La rutina de todos los días: arreglarse, apurar a la hija que aun sigue en su cama, preparar el desayuno, las fricciones discutiendo quien se tarda mas y por eso se nos hace tarde… en fin, lo que en la mayoría de las familias con hijos adolescentes se vive antes de salir a la escuela y trabajo respectivos.

La diferencia hoy es, precisamente, la angustia de los resultados de un nuevo Papanicolaou que hoy recogeré. ¿Qué dirá? ¿Se habrá disipado la incierta amenaza de la displasia reiterativa?

Recuerdo al ginecólogo explicándome que la displasia son células anormales -en mi caso- localizadas en el cérvix, que no me preocupara ya que al ser una lesión leve, podría no aparecer en el próximo estudio, por supuesto, tendría que llevar un tratamiento medico, para descartar alguna infección que estuviera ocasionando esos resultados.

Sin embargo, debido a mi trabajo, sabía que México es el país que ocupa el primer lugar de mortalidad a nivel mundial por cáncer cérvico-uterino. Según las estadísticas, cada dos horas fallece una mujer por esta enfermedad en la época más productiva de su vida. Y en Sonora la situación no varía mucho. ¿Cuantos lectores habrán pasado por la angustia de resultados similares recordando a alguna mujer cercana que falleció debido a un cáncer originado por una displasia que se descuidó o se detectó a destiempo?

Llegamos al trabajo, y eso me da una tregua en los pensamientos. Aunque no dura mucho. Creo que estaré así hasta que tenga los resultados en mis manos.

Hace dos años, después de enterarme de que padecía una displasia pedí a mi doctor que me practicara una colposcopia o bien me diera una orden para que en mi institución médica me la llevaran a cabo. Se negó, argumentando, que el protocolo no lo permitía.

Una colposcopia es un estudio que se realiza para buscar el motivo de un resultado anormal en el Papanicolaou. Es importante puesto que puede detectar cáncer del cérvix en una etapa temprana.

Yo estaba convencida de que necesitaba una. El protocolo de algunas instituciones de salud pública indica que dicho estudio solo se realiza cuando dos Papanicolaou consecutivos revelan displasia. Según lo explicado por mi ginecólogo, una displasia leve pasa a moderada en aproximadamente 4 años, en mi caso, pasé de leve a moderada en solo 6 meses. Así que con toda la información que había obtenido, en charlas directas con especialistas y en internet, insistí en mi deseo de una colposcopia. Por fin después de tocar muchas puertas obtuve la tan anhelada orden.

La colposcopia despejó dudas, tenía una lesión de cuidado que había que eliminar. El paso siguiente fue cortar y extraer el tejido dañado mediante una conizacion, lo que evitaba la posibilidad de padecer cáncer.

Hoy medito, en el motivo por el cual no se realiza una colposcopia a las mujeres cuyo Papanicolaou arroja una displasia leve, sin dar tiempo a que evolucione en algo más grave.

Pareciera como que los encargados de tomar estas decisiones, no quieren invertir en este estudio, que brindaría a las pacientes la seguridad de haber prevenido el cáncer.

El Papanicolaou que me realizaron meses después de la conizacion arrojó resultados limpios. Pero al año siguiente se repitió la historia, otra displasia. Otra conizacion ahora sin necesidad de tocar tantas puertas para obtenerla.

Hoy, a unos meses de este procedimiento, desespero por recibir los nuevos resultados. Y medito sobre el numero de mujeres que no visitan al ginecólogo y mucho menos se realizan algún estudio que les ayude a mantenerse sanas. Me pregunto que hace falta, ¿información? Abunda, ¿entonces por que no aterriza donde debe llegar? ¿Voluntad?

Y en medio de estos razonamientos, y mientras los demás continúan con su día, similar a los otros días, me voy, por fin, por mi Papanicolaou, que espero no traigan malas noticias, en un día que para mí, ha sido diferente.

¡Qué bueno que estamos bien!

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Por Sylvia Teresa Manríquez

Hoy te vi, con tu uniforme deslavado y tus zapatos gastados, lucías tan cansada como la última vez que platicamos. Afortunadamente este cansancio arraigado en cada arruga prematura de tu rostro no ha borrado el brillo de tu mirada. Hueles a recién bañada, lo percibo mientras apoyada en el trapeador que a diario te acompaña en la jornada laboral, me saludas y me cuentas lo que te preocupa. No comprendes porqué el aguinaldo que tanto has esperado no te libera de tus presiones económicas. Tantas cuentas por pagar, y tantas ilusiones que no podrán ser. Y aseguras seguir las recomendaciones de la PROFECO para estirarlo lo más posible.

Me atrevo a preguntar si cuando tenías pareja te iba mejor, y aspirando profundamente el fresco aire de la mañana, aceptas que no, ríes con amargura y confiesas que el dinero se iba en pagar “sus” gastos, porqué él tiene gustos muy refinados.

Me cuentas de tus hijos, ambos en primaria, que son muy listos y el mayorcito ya te ayuda en la casa. Pregunto por tus hijas, ambas criando a bebés de pocos meses de vida y refieres brevemente como la pasan con sus también jóvenes maridos, y la preocupación que sientes al verlas sin ambiciones, viviendo cada día sin pensar en el futuro. Hablas de tu madre, tal vez tu único apoyo, 60 años tiene y tan ágil, trabajando como tú, solo que ella limpia casas y tú oficinas.

Ay amiga, si te sirvieran de consuelo las estadísticas del inegi que dicen que en nuestro país hay 3.6 millones de hogares formados sólo por el jefe o la jefa y sus hijos, y 8 de cada 10 están dirigidos por una mujer, como tú, que se fletan cada día para pagar todos los gastos que ocasiona sacar adelante a la familia.

Si te dijera que todas ustedes forman parte de un concepto de familia cuyos hogares son discriminados en los programas de asistencia social, según una nota que leí hace poco de la investigadora de la Universidad Autónoma de Tamaulipas Luisa Alvarez Cervantes.

Recuerdo que el artículo de esta socióloga menciona, acertadamente, que el papá, la mamá y los hijos ya no son un prototipo de la familia: como lo fue en el siglo pasado y antepasado. Hoy un porcentaje importante de los hogares están formados por una mujer y los hijos, porque así lo decidieron, por divorcio o viudez.

Mientras me preguntas, a tu vez, por mi familia, no puedo concentrarme en contestarte, mi mente está en la información de la socióloga Alvarez, pues te miro, te escucho, y comparto con ella la idea de que se deben replantear los programas de asistencia social, de vivienda, de salud, y de todo lo que tenga que ver con el bienestar de la familia para que se aplique enfoque de género, con el fin de que todas esas mujeres jefas de familia tengan acceso a los beneficios que merecen.

Bromeando te pregunto si sabías que cuando Rosario Robles, -“¿la del PRD?-, interrumpes,- sí -, respondo, y continuo, ¿sabías que ella cuando fue jefa del gobierno del DF redujo los impuestos para las mujeres jefas de familia?. La idea te simpatiza y comentas irónicamente que ojalá algo parecido sucediera aquí, así te alcanzaría poquito más tu sueldo.

Reímos, y apurándome me pides que te diga como esta mi familia, pues ya debes irte limpiar la oficina del jefe antes de que llegue.

Bien, gracias, contesto. No reprimes las ganas de darme un efusivo abrazo, diciendo “Qué bueno que estamos bien” y me dejas reflexionando… Qué bueno que estamos bien.

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