martes, 3 de marzo de 2009

CARNESTOLENDAS


Los precandidatos y el talento local

Imanol Caneyada

No es que uno quiera ponerse exigente con los precandidatos (lo del prefijo es por ley, aunque incomode) ni tampoco pretende uno que en la agenda de sus titánicas y extenuantes actividades proselitistas con las que día y noche consumen la paciencia de los ciudadanos, entretenidos en menesteres más banales como la de sobrevivir a la crisis, la cultura ocupe un espacio preeminente, pero, de plano, que ni siquiera la nombren, aludan a ella o, de pasadita, la incluyan en algún discursito de esos que les salen tan natural, tan fluido, tan arrebatador, es para morirse de la risa o, mejor, apagar la luz y largarse a Hong Kong, que diría Jaime López.
Pero es que no la mencionan ni por error, ni por tropezón político o desatino, y miren que de eso saben un resto. Simplemente, para ellos, el concepto se trata de un incómodo silencio, un territorio oscuro, vago y prescindible que si pudieran suprimir de sus campañas, lo harían de inmediato (lo hacen). Si de manera sucinta y esporádica se detienen en ella es gracias a un todavía leve pudor que les acomete cuando los tachan de ignorantes e insensibles.
Un candidato (en su estado pre o post) cuando habla de cultura tiende a asociarla de inmediato con el deporte, porque en este terreno se siente un poco más cómodo y siempre puede prometer más estadios y regalar balones, además de vendernos la idea esta de que promover el deporte y el sano esparcimiento entre la juventud es una forma de prevenir las adicciones.
Cultura (tomada como la manifestación de las bellas artes, se entiende) y deporte, todavía no lo saben nuestros políticos, bailan en pistas diferentes. Así que, cuando en las inusuales ocasiones en que algún despistado periodista (los editores y directores de medios piensan al respecto igual que los candidatos: la cultura no vende) les pregunta por sus planes, propuestas y acciones entorno al tema, se limitan a responder que apoyarán al talento local y saltan de inmediato al terreno deportivo.
Pero ojo: para los candidatos, aspirantes y posteriormente electos políticos nuestros, el “talento” local se traduce a un subgrupo menor de drogadicto, alcohólicos, desadaptados sociales, iconoclastas, desagradecidos, sátrapas, frustrados –y para acabarla de amolar, jotos– artistillas que en el pragmático mundo de las encuestas no representa más que un insignificante porcentaje por el que no vale la pena prometer y mentir, como en otros rubros.
Para la clase política sonorense, cultura únicamente es Carlos Fuentes, José Luis Cuevas o Plácido Domingo; lo demás es una pérdida de tiempo, invertir dinero en un sospechoso clan de vagos improductivos incapaces de someterse a las reglas del juego.
Nuestros aspirantes a cargos de inercia popular dicen estupideces como la que se aventó el ya de facto candidato blanquiazul a la gubernatura, Guillermo Padrés, en el debate organizado por la agrupación de jóvenes Vota Bien. Tuvo a mal el elocuente cananense, maestro en el arte de la oratoria, de toparse con la incómoda pregunta (¿quién fue el imbécil que la puso en la urna de la educación, quién?) de cuál era su proyecto para la cultura. Después de titubear, carraspear y recurrir a los tópicos más gastados sobre la importancia del arte, propuso crear una escuela del ídem.
Lo interesante del caso es que lo planteó en el Centro de las Artes de la Escuela de Artes de la Universidad de Sonora. Es decir, Padrés Elías, primo de otro aspirante de comprobada fluidez verbal (lo llevan en la sangre estos muchachos) no tiene la más remota idea de que ya existe una escuela como la que propone. ¿O quiso decir “otra” escuela de arte además de la existente? No lo sabremos porque de inmediato se puso a hablar del deporte y el sano esparcimiento.
Aclaro que lo anterior no se trata más que de un ejemplo del olímpico desprecio que sienten todos ellos (panistas, priistas y perredistas por igual) hacia un tema que suele provocarles urticaria cuando no irracionales convulsiones de una incontenible rabia que suele explotar en los dos adjetivos más usuales con los que nombran al talento local que de una u otra manera piensan impulsar: mariguanos y puñales.
Y es que los aspirantes a cualquier cosa que les dé poder y dinero, a pesar de ser expertos nadadores en el lodo del medrar partidista e institucional, acostumbran a desarrollar un alto concepto de la moralidad cuando se trata de preferencias sexuales y consumo de estupefacientes: como si la traición, la puñalada por la espalda, el robo, la explotación, el cohecho, la mentira y el engaño no fueran reprobables. Ha de ser que depende en nombre de lo que se haga.

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