jueves, 18 de septiembre de 2008

uno y otro cierto día del encuentro

Iba el uno preocupado revisando si la cifra en el ticket del supermercado coincidía con lo que llevaba en el carrito del mandado, cuando el otro lo divisó de lejos y se apresuró emocionado a su encuentro. El uno reaccionó soprendido, el otro lo abrazaba entusiasmado. El uno urgaba rápidamente en la memoria ¿Cuál era su nombre?; el otro exclamaba visiblemente conmovido "¡eres mi sangre, eres mi sangre! deveras no sabes el gusto que me da verte" y entonces el uno notó el gafete del otro y leyó su nombre; casi al instante los pensamientos le turban, una cascada de recuerdos surge en la memoria, y la expresion cambia. Corresponde al abrazo y sonríen el uno y el otro. Después del consabido "como has estado, como está la tía, cuantos hijos tienes" el otro cuenta que ya no vive en el campo, ahora trabaja en ese almacén donde gana el doble de lo que le pagaban allá. El uno confirma que sigue trabajando donde mismo desde hace 20 años. El otro le confía que la ciudad le parece maravillosa, ya no se aburre y sus hijos van a mejores escuelas, el uno no dice nada solo sonríe. El otro visiblemente conmovido repite "como no me va dar gusto ver a mi sangre" y apenado explica que debe seguir trabajando, el uno le da su tarjeta para que le llame cuando pueda, y uno y otro se abrazan de nuevo y siguen sus vidas.

Azul Orquídea

¿De qué color?

Si me preguntas de que color es el mar, te diré que azul-verde, de que color el cielo: azul, gris, rosa, rojo, depende del momento en que lo mires, ¿Y las nubes? blancas, grises o negras. Pero hay colores que no podré decirte, como los matices del amor; yo te preguntaría, ¿los sentimientos tienen colores o sabores? ¿A que sabe la alegría? ¿Qué color tiene? ¿O la tristeza?, preguntas dificiles de responder para quien vive en este país y persiste en mantenerse con ilusiones; porque la esperanza, aquí, en esta tierra, tiene color oscuro y sabor indefinido.


Azul orquídea

Entrada destacada

 Poesía Palabras para descifrar el laberinto del silencio.  Sylvia Manríquez