miércoles, 22 de octubre de 2008

Hablando de la reforma a la Constitucion Política de Sonora, esta otra columna es de Froylán Campos y la pueden leer ene l Dossier

«A mi me obligaron a abortar»
Por Froylán Campos Macías
2008-10-22
HERMOSILLO.-»¡Eres una asesina! ¡Asesina!».
Es una gritería que no cesa. Ni da tregua. Ni descanso.
Y aunque doña Petra Santos está más curtida que el cuero de una tehua, le cala. Le llega. Le remueve el seso donde guarda los trozos de una historia que, se ufana, «me ha hecho una mujer polémica».
Y es que, cada dos de octubre revive y cuenta el recuerdo de la noche de Tlatelolco y sus días en la cárcel.
Ayer, la perredista obsequió un gajo de la biografía que empezó a tejer en los albores del México en crisis.
—¡A mi me obligaron a abortar! –reveló desde la tribuna donde abogó por el derecho de la mujer a decidir libremente sobre su cuerpo.
«Cómo ya no puedes parir, por eso quieres que aborten. ¡Eres una asesina!». Mirtha Castro parece adoptada por las «Damas de Blanco». Ahí está, con un cartel. Desde sus vísceras vocifera las consignas más impublicables.
Y aquel grupo de señoras de bien, celebran la garra con que defiende el derecho a la vida.
Calmada. Serena. Despacio. Con las manos, Nancy Burruel trata de apaciguar los ánimos de esa mujer a cuyo hijo educa en la protesta callejera.
«El derecho a la vida, no se debate», grita el escuincle.
«¡Hipócritas! ¡Con-sul-ta, con-sul-ta! ¡Fascistas! ¡El hambre mata al pueblo! ¡Limpien la corrupción en el Congreso, diputados! ¡Qué dice la Suprema Corte!».
Es el alboroto que saluda la apertura de una jornada legislativa accidentada.
—Ya lo temíamos. Pero no son más de cuatro los que tienen ese desorden –observa con resignación el pastor del PRI, Carlos Daniel Fernández, quien se siente inquieto cuando mira a Sebastián Sotomayor en pleno cónclave con la fracción panista.
En el salón de sesiones, hay todo menos quietud. Un escándalo que por momentos tensó los ánimos de las feministas que pugnan por «cuerpos libres y estados laicos». Y de aquellas cuya consigna es breve, concreta y no admite objeciones: «Sí a la vida».
Media docena de señoras vestidas de blanco ocupa la tercera fila en el auditorio del recinto de sesiones. Atrás, cinco jovencitas. De amarillo, embarazadas. Más atrás, otras mujeres gesticulan. Se suman al coro que ensordece. Levantan cartelones «made in USA». Un individuo en posición fetal y abajo la leyenda «8 WEEK PREE-BORN BABY».
Las activistas de la agrupación Vida y Familia A.C. (VIFAC) se vuelcan en aplausos cuando Claudia Pavlovich menciona que «la única forma de garantizar la preservación del ser humano es protegiendo la vida desde la fecundación, elevando esa protección al rango constitucional en forma expresa y sin lugar a interpretaciones».
Y ese era el tema del escándalo. De una chillería que, como bien expuso José Salomé Tello, no resolvía nada.
La iniciativa de reforma al Artículo 1º de la Constitución local donde queda consagrada la tutela del Estado al derecho a la vida, se venía planchando desde el pasado jueves cuando en la plenaria Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez buscaba persuadir al brazo femenil del PAN: Irma Romo, Susana Saldaña, Leticia Amparano y Lina Acosta.
La adición al primer precepto de la Carta Fundamental precisa que:
«El Estado de Sonora tutela el derecho a la vida, al sustentar que desde el momento de la fecundación de un individuo, entra bajo la protección de la ley y se le reputa como nacido para todos los efectos legales correspondientes, hasta su muerte natural».
Con este enunciado, el soberano prácticamente cancela cualquier posibilidad de que en el futuro, las excepciones para abortar, puedan ampliarse.
Pero además, con ello, en Sonora queda zanjado el debate que ya empezaba a hacer ruido a raíz de la despenalización que aprobó la Asamblea del Distrito Federal.

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