jueves, 31 de julio de 2008

Falleció Alejandro Aura

Nació en la ciudad de México en 1944. Discípulo de Juan José Arreola en su primera etapa, destacado actor, director y autor teatral, y poeta. Dirigó sus obras de teatro Las visitas (1979) y Salón calavera (1982), y de otros autores: la pastorela anónima Luzbel (1979), María la voz de Juan de la Cabada, Cómo han de ser los amigos de Tirso de Molina, El tabarro de Puccini (1983) y la puesta en escena de la ópera La Güera de Carlos Jiménez Mabarak (1983).
Sus primeros poemas, Cinco veces la flor, aparecieron en 1967 en la antología Poesía joven de México. Más tarde publicó Alianza para vivir (1969), Varios desnudos y dos docenas de naturalezas muertas y Volver a casa (1971), Tambor interno (1974) y Hemisferio sur (1982).
Parte de su obra ha sido incluida en las antologías El cuento erótico mexicano (1975), Poesía erótica mexicana, 1889-1980 y República de poetas (1985).
En los poemas de Aura destacan el gozo de vivir con sencillez y discreción, y el amor a lo verdaderamente humano. Recibió el Premio Latinoamericano de Cuento (1972) y el Premio Nacional de Poesía (1973). Falleció el 30 de Julio de 2008, en Madrid, España. Entre las últimas actividades de Alejandro Aura destacan sus viajes México-España. Editaba libros y trabajaba con la gobernadora Amalia García, en Zacatecas, llevando proyectos culturales de esa entidad a Madrid. En 2007 vino al Encuentro de Poetas y viajó por Morelia, San Luis Potosí, Zacatecas y Aguascalientes.¨

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LA SIGUIENTE INFORMACION TOMADA DEL BLOG DE ALEJANDRO AURA

Hoy (30 de Julio de 2008) a las cuatro y media de la tarde, de Madrid, Alejandro se fue y en este blog que le hizo seguir adelante cada día nos dejó sus palabras para siempre.

Vuelvo a publicar su poema de DESPEDIDA
DESPEDIDA
Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas´
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.

DESCANSE EN PAZ

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